"Lost in translation" de Sofia Coppola (2003)
Un hotel, una habitación en el piso más alto, una ventana. Desde ahí se divisa Tokio. De noche, con sus edificios mastodónticos, con sus luces de neón y sus carteles vibrantes, ininteligibles para la mayoría de nosotros. Incomunicación. Desorientación no solo por no entender un idioma, si no por no comprender las situaciones de la vida. Bob graba un spot publicitario de una marca de whisky. Ha venido solo. Charlotte acompaña a su novio por trabajo. Bob juega al golf tumbado en la moqueta. Charlotte pasea en bragas por la habitación. Se ven en el ascensor y sonríen. Se encuentran en un lugar de paso, y ellos se comprenden, aunque sea con pocas palabras. Es su código. Es complicidad. Los dos se miran, se sonríen, se reconocen y se tratan con delicadeza. Bob acaricia su pie.
Infinitamente tierna. Pura magia. Es la
sensación de calma en una ciudad caótica. La vida sin preguntas ni
exigencias. Es melancolía y felicidad. Es un abrazo final. Hace años que se conocen, pero
eso es mentira. Ahí, se necesitan.
Bill Murray está inmejorable. Scarlett Johansson enamora. La banda sonora lo llena todo de magia. Sofía Coppola no falla. El karaoke tampoco.
BOB
¿Por qué lloras?
CHARLOTTE
(sincera)
Te voy a echar de menos
Él la besa, y le da un abrazo de despedida
BOB
Lo sé, yo también te voy a echar de menos.
Él la abraza más fuerte.