sábado, 10 de septiembre de 2016

Nada podrá nunca superar el encanto de aquel primer amanecer. Yo podría haber sido Adan, con el sabor aún fresco en mi boca de la manzana. Estaba observando a toda la belleza del mundo corporeizada en una mujer, y supe, con cegadora certeza, ¡que esto era todo!








 "Lunas de hiel" (Bitter Moon) 1992 de Roman Polanski

"La eternidad comenzó para mí un día de otoño en París en el autobús 96 que cubre la línea entre Montparnasse  y Porte des Lilas.
Había visto un trozo de paraíso  y justo allí se bajó. París había sido un infierno hasta aquel día en aquel autobús y a partir de entonces no podía quitármela de la cabeza, no podía escribir, no podía dormir. Ella estaba ahí fuera, pero ¿dónde?.
Perseguí la ruta del autobús 96. Se convirtió en una obesión. Incluso los conductores empezaban a conocerme.
Había una frescura e inocencia en ella, una mezcla casi desconcertante de madurez sexual e inocencia que tocaba mi cansado corazón y borraba la diferencia de edad entre nosotros. 
Se me había concedido un destello del paraíso y justo se había caído en la acera de la Rue d'Assas. Las puertas del paraíso se habían abierto sólo para cerrarse golpeándome en mi cara."

Cada vez que veo una película de Polanski, me paso las dos horas pensando en lo desequilibrado que debe de estar. Charles Manson, su mujer y esa historia que me pone los pelos de punta. Sin embargo, siempre termino pensando que los desequilibrados somos los demás.
La asfixia o claustrofobia no tienen que ir de la mano con viajes en barco o semanas entre cuatro paredes. Es asfixiante y claustrofóbico cómo los seres humanos podemos llegar a obsesionarnos, amarnos, odiarnos, traicionarnos, desearnos, perder el control, cruzar la línea de lo "civilizado" y entrar de lleno en lo que para Polanski es la auténtica realidad del hombre. Enloquecemos, nos humillamos, degeneramos, amamos y nos ahogamos en nuestros propios pensamientos y cometemos asesinatos y suicicios verbales y físicos.

Mimi y Oscar se suben a esta montaña rusa de sentimientos oscuros, salvajes y perversos.

domingo, 17 de abril de 2016

Si no te vas, te voy a dar mi vida










Julieta (2016) de Pedro Almodóvar

Puede que todo surgiera a raíz del tamaño de nuestra pantalla. Era pequeña. La sala era pequeña. Nosotros fuimos aceptando ese pequeño salón que, sin darnos cuenta,  nos hizo pequeños e invisibles. Habíamos estado noventa minutos hipnotizados. Solo la voz de Chavala Vargas fue capaz de devolvernos poco a poco a lo que era la sala al principio. A la realidad que ya no era la de Almodóvar, ni la de Antía, ni la de Julieta.
Sé que todos nos habíamos emocionado, alegrado, excitado. Que todos habíamos sentido miedo y una tristeza profunda. Que habíamos sentido el rugir del mar, y el sol reflejado en la madera del piso de Madrid. Todos habíamos viajado en el tren y todos habíamos pensado en nosotros. En el silencio y en las heridas.

Con unas actrices soberbias.
Una película de Pedro Almodóvar.


viernes, 8 de abril de 2016

...ENAMORADA...









 Kiki, el amor se hace (2016) de Paco León

Lo estás leyendo en pleno verano, en una terraza de Madrid con el ventilador intentando sofocar el calor aunque lleves esa camiseta rosa y los colores de la sandía y la lima abarroten tu mesa. Lo estás leyendo a una hora en la que ni el agua de la manguera es capaz de bajar la temperatura, pero así es. Así lo lees, mordiéndote el labio. 

Kiki es fresca, erótica, festiva, loca. Eres tú alucinando con el cuero, las filias y el placer de pelar una naranja y separar lentamente sus gajos para sentir el placer ácido y suave en la boca. Es amor, cariño y orgasmos. Es eso que hace que tu polo se derrita gota a gota y que no seas capaz de mantenerlo frío.

Te ríes, abres los ojos de sorpresa, lo ves raro, lo entiendes, lo aceptas, lo vives y lo gritas.
Así es “Kiki, el amor se hace”.  Así o “La petite mort”, como los franceses llaman al orgasmo. A ti te gusta la primera opción. Así lo haces, así lo sientes, así de raro, pero así de libre.

Una película de Paco León